Finalement nous commençons à apercevoir les premières habitations puis l'église au toit bleu, tellement caractéristique d'Iruya. Mon émerveillement continue à mesure que nous nous enfonçons dans le village. Pas seulement par les rues étroites et pentues -Iruya paraît comme accrochée à la montagne- mais aussi pas ses habitants, au style andin très marqué. A Tilcara, le changement n'était pas aussi évident, alors qu'ici nous nous sentons au coeur de l'Argentine indigène.
L'image la plus marquante que je guarderai de cet endroit est celle de la vieille argentine en habit traditionnel venant se recueillir en haut d'une colline dominant la vallée, avec son chien et son mouton. Une femme humble qui nous rappelle que la beauté est aussi faite de choses simples telle que la nature en elle-même.
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Ese pueblito sorprende. Primero por su dificil acceso. Tuvimos que cruzar varios arroyos con un ómnibus muy precario y sin puentes o con simples tablas de madera. Recorrimos así 3-4 horas del trayecto durante el cual atravesamos llanuras, cerros, alcanzamos 4000 metros luego bajamos hacia lo más profundo de un valle encerrado por montañas de entre 200-300 metros de altura.
Finalmente, empezamos a ver a los lejos las primeras viviendas luego la iglesia con techo azul, tan característica de Iruya. Nuestro fascinación continúa a medida que entramos en el pueblo. No solamente por las calles estrechas y en pendiente -Iruya parece literalmente colgada a la montaña - pero también por la gente, al estilo andino muy marcado. En Tilcara, el cambio no era tan obvio mientras aca nos sentimos delante del corazón de la Argentina indigena.
La imagen que más me impresionó es la de una viejita argentina en traje tradicional, puesta arriba de un cerro dominante el valle fértil de Iruya, acompañada por su perro y su cordero. Una mujer humilde que te recuerda que la belleza está también hecha por cosas tan simples como la naturaleza que te rodea.
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